Revista cultural de la zona centro del Estado de México

Hipérbatos

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El solipsista
Fredric Brown
Walter B. Jehovah, por cuyo nombre no pido excusas desde que realmente fue su nombre, ha sido un solipsista toda la vida. Un solipsista, en el caso de que no conozcas la palabra, es alguien que cree que él es la única cosa que existe realmente, que el resto de la gente y el universo en general existe sólo en su imaginación, y que si él dejara de imaginarlos su existencia acabaría.Un día Walter B. Jehovah comenzó a practicar el solipsismo. En una semana su mujer se escapó con otro hombre, perdió su trabajo como agente marítimo y se rompió la pierna en la persecución de un gato negro tratando de evitar que se cruzara en su camino.Decidió, en la cama del hospital, acabar con todo.Mirando a través de su ventana, hacia las estrellas, deseó que no existieran, y no estuvieron allí nunca más. Entonces él deseó que no existiera ninguna otra persona, y el hospital comenzó a estar demasiado tranquilo incluso para un hospital. Lo siguiente, el mundo, y se encontró suspendido en un vacío. Se libró de su cuerpo, y dió el paso final para tratar de acabar con su propia existencia.No ocurrió nada.Extraño, pensó. ¿Puede haber un límite para el solipsismo?"Sí", dijo una voz."¿Quién eres?", preguntó Walter B. Jehovah."Soy el único que creó el universo que acabas de aniquilar. Y ahora tú has tomado mi lugar". Hubo un enorme suspiro. "Puedo, finalmente, acabar con mi existencia, encontrar olvido, y dejarte tomar posesión"."Pero, ¿cómo puedo dejar de existir? Eso es lo que estoy intentando hacer". "Sí, lo sé", dijo la voz. "Debes hacerlo del mismo modo que yo lo hice. Crea un universo. Espera hasta que alguien en él crea realmente lo que tú creíste y trate de dejar de existir. Entonces te puedes retirar y dejarle tomar posesión. Adios."Y la voz se fue.Walter B. Jehovah estaba sólo en el vacío, y era la única cosa que podía hacer.Creó el cielo y la tierra.Tardó siete días. APRENDEDGEOMETRIAHenry miró el reloj, a las dos de la mañana cerró el libro desesperado.Seguramente lo suspenderían al día siguiente. Cuanto más estudiaba geometría, menos la comprendía. Había fracasado ya dos veces. Con seguridad lo echarían de la Universidad. Sólo un milagro podía salvarlo. Se enderezó.¿Un milagro? ¿Por qué no? Siempre se había interesado por la magia. Tenía libros. Había encontrado instrucciones muy sencillas para llamar a los demonios y someterlos a su voluntad. Nunca había probado. Y aquel era el momento o nunca. Tomó de la estantería su mejor obra de magia negra. Era sencillo. Algunas fórmulas. Ponerse a cubierto en un pentágono. Llega el demonio, no puede hacernos nada y se obtiene lo que se desea. El triunfo es vuestro!Despejó el piso retirando los muebles contra las paredes. Luego dibujó en el suelo, con tiza, el pentágono protector. Por fin pronunció los encantamientos.El demonio era verdaderamente horrible, pero Henry se armó de coraje.-Siempre he sido un inútil en geometría - comenzó…¡A quién se lo dices! - replicó el demonio, riendo burlonamente.Y cruzó, para devorarse a Henry, las líneas del hexágono que aquel idiota había dibujado en vez del pentágono.
Fredric Brown nació en Cincinnati (Ohio) el 29 de octubre de 1906. Se graduó en el Hanover College de Indiana y desempeñó durante su juventud los más variados trabajos.Es considerado por muchos, el maestro indiscutido del relato supercorto, inimitable en su habilidad para crear en una o dos páginas todo un mundo lleno de sugerencias e implicaciones. Su humor endiablado, su imaginación portentosa y su dominio del idioma son los tres factores que sitúan a Brown a la altura de un Bierce o un Salinger como autor de relatos breves y hacen de él una figura singularísima en el campo de la ciencia ficción.Tras residir largo tiempo en California, se trasladó a Tucson (Arizona) en busca de un clima más apropiado para sus deficiencias respiratorias. Allí murió en 1972.

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